miércoles, 25 de febrero de 2009

Robin Hood

Clásica leyenda inglesa (anónima) de aventuras. Corría el año 1290 y nacía en Inglaterra un niño, dotado de dones muy especiales que hacían de este un verdadero caballero, que aunque nadie se imaginaba, sería un gran hombre en la historia de ese tiempo. Belleza, inteligencia, bondad, valor, nobleza de corazón, lealtad, abnegación y astucia eran sus 8 preciosas y valiosas virtudes otorgadas, nada más ni nada menos, que por hadas. Con el pasar del tiempo, fue creciendo hasta que un día conocía a Mariana, una niña de su edad con la que solía compartir muchas diversiones, además de que los padres de ambos eran grandes amigos. Robin se fue enamorando de Mariana, y una vez ya adulto, deseaba profundamente casarse con ella. Después de un par de años, los padres de Robin murieron, y este quedó solo y angustiado, por lo que decidió refugiarse en la selva de Sherwood. Desde allí envía a Mariana una esquela informándole para que suspendan la boda, pues él sentía que no merecía mujer tan bella. Será por la envidia, porque Robin era hijo de nobles, que tenía interminables enemigos entre los que se destacaban Guy de Gisborn, Hugo Reynault, Roberto Reynault y Raúl de Bellamy, a los cuales se dedicaba a hacer bromas pesadas y engaños. Su mayor virtud era ayudar a los demás, por lo que era querido y alabado por la mayor parte de la población inglesa. Y por este mismo motivo, sus enemigos eran lo que eran. Robin Hood, empero, les daba su merecido. Tras vivir tantos años en lo más profundo de aquella selva, fueron llegando hombres que por cierto iban a cazar nada más, y se aliaron con Robin. Pronto se fue creando una verdadera comunidad, y ya Robin era temido por sus rivales. Tras un nudo de problemas, como el rapto de alguno de sus amigos, Robin luchaba y siempre conseguía lo que buscaba. Un día, llegó Mariana a la selva, y le confesó de corazón que no podía dejar de amarlo y que le era imposible estar con él. Tal alegría manifestó Robin, que pidió a Tuck, uno de los suyos que era fraile, que los casase lo antes posible. Y así fue. Después de un tiempo llegó la grandiosa noticia de que Robin y Mariana serían padres de un adorable niño al que pondrían de nombre Roberto. Luego de meses, Mariana dio a luz a su bebé, quien crecía junto a su familia en la selva de Sherwood. Fueron los mejores años en la vida de Robin. Próximamente tuvo uno que otro conflicto, pero que fue solucionando sin mucho vigor. Un día, cuando ya había abandonado la selva porque lo habían reconocido como noble, fue a vivir al viejo castillo paterno. En agradecimiento a Ricardo I. Corazón de León, su rey, organizó una fiesta en el amplia castillo, donde bailaron y rieron hasta que, apagadas todas las luces y llegado un extraño que probablemente era servidor de sus clásicos enemigos, ocurrió una gran tragedia. Mariana y Ricardito habían sido atacados por el extraño con una daga en el corazón, y así, había éste provocado el fallecimiento de ambos. Cuán grande era la tristeza de Robin, que después de un tiempo su banda de disolvió y cada uno de sus amigos rehizo su vida independiente. El único con el que Robin podía contar, era Much, un fiel amigo, con quien emprende viaje hacia la ciudad, y en donde, tras una fuerte tormenta, Robin se enferma y va a parar a un hospedaje donde una abadesa lo cuida, y queda estupefacta al verle el rostro, pues reconoció a su sobrino después de no verlo desde hace tantos años. La cura de la enfermedad que Robin padecía se basaba en una sangría. Cuando un servidor de su tía le realizó el corte en el brazo, dejó desangrar al pobre Robin, quien inmediatamente se percató de que éste era un enviado de sus enemigos que buscaba lo que tanto tiempo estuvieron intentando: acabar con él. Así concluye la historia, cuando Robin muere y espera ansiosamente encontrarse con Mariana y el pequeño Ricardo que lo esperaban en lo alto del cielo.

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